30 junio 2007

MAS SENSACIONES

De los 400.567 suspiros que efectuare al cabo de mis años… de las 4.527 veces que la respiración se ira de mi control… de las infinitas matemáticas que compondrán mi vida de caballero... creo estar en perfecta condición de afirmar, que jamás olvidare la segunda vez en que mi aliento se fugó de mi ser..
No fue una tragedia, no fue un instante perdido en el tiempo... ni siquiera ocurrió tras una fuerte impresión de mágicos momentos… la realidad es que tu boca volviese a posar sobre aquel báculo... La realidad es que tus labios de princesa me paralizaron nuevamente… y no hay explicación para tus tonos y semitonos que me permitan desmenuzar el origen de mi parálisis... no hay explicación posible mas que la magia misma de un milagro…
Podría fingir que tu voz es una más del grupo... podría fingir, también, que tus notas no son más que barullo en la noche de ausencia... hombre de honor es el que entiende cuando ha llegado su sensibilidad al limite… no es casual la piel de gallina... no son ficticios los cosquilleos en el cuerpo… no son fingidos los espasmos de algarabía…
Hoy no eres el centro del espectáculo. Hoy los instrumentos no tatúan tu nombre en el ambiente. No hay huellas de tu protagonismo en el escenario. Los hay mayorías de ajenos a tu pasado.

Sin embargo, junto fuerza, junto veracidad... junto valor y hasta un poco de caradurez para, a través de mi texto, hacerte llegar una vieja confesión que ya te he dicho…

Lai, sos increíble !!!!

Ary Cornell 23 años.

DEDICADO A LAILA SCHEIMBERG... OTRA VEZ.

04 junio 2007

CRONICA DEL ESPARCIMIENTO

La noche me la develo en cuartos separados, con brazos ajenos. Efectuando Movimientos leves, para no hacer ruido… ya de mañana, entreabro mis ojos, que en ningún momento conciliaron el sueño, y escucho a modo de susurro, a modo de puñal que acrecienta el tajo de mi desdicha, una voz que no es la suya. Solicita ayuda e intercambia susurros con otra, que no es la de él.

- ayudame a cerrar la persianita, así no ve que se cambio de cuarto.


El puñal se ensancha mágicamente. Unos instantes después las voces se van de esa isla dentro de la isla. Estoy solo en un sillón cuyo mecanismo le permite ser, a la vez, un catre. Hay 2 cuartos más. En uno hay un hombre, cuyo despecho se parece al mió. El también la amó y se destruyó. En el otro esta ella, cuya satisfacción es nuestro despecho. No esta sola, hay un hombre que la abraza y siente su perfume en lo más profundo de su interior. Es el nuevo amante. Cierro fuerte los ojos e intento ser ajeno a la escena. Me esfuerzo por incorporar un sueño voraz que no me permita enfrentarme con la crudeza de la realidad.
En esa casa quedamos 4 almas. 2 que han sido destruidas, 1 que destruye y otra más, pronta a volverse nuestra companía.
Fuerzo mis ojos todavía más y me propongo hacerme ausente de ese sitio, intento volverme tan yo que resulto patético. Al menos no estoy solo, dentro del otro cuarto acontece la misma lucha.
Pasan los minutos, hay ruidos, hay besos, hay caricias en otro ambiente. Es inútil, todo intento de evadir el aquí y ahora se evapora ante el fuego del que su ser inunda toda la casa.
Salgo, tengo frío, no hay distracción posible en aquella isla. Sufro.
Regreso, prometiéndome que será lo mínimo indispensable. Caliento agua, descubro la yerba, lo más rápido que puedo me genero una excusa para los otros.
Salgo nuevamente, atravieso el muelle que se interna en el río, tomo asiento en el mismo. Tomo mate. No me gusta, no lo disfruto, no lo hago por placer, lo hago por despecho. Sufro.
Tengo muchísimo frío, pero ni pienso en volver, la más insignificante expresión de placer, de besos que no son míos, ni para mí, podrían volverme loco. Sí pienso en el alma herida que continua sola en el otro cuarto.
El tiempo pasa, lento o rápido, realmente no lo se. 1 hora o 15 minutos me parece lo mismo en ese frió muelle donde busque refugio para mis lagrimas. Sufro.

Las voces de la mañana regresan, esta vez con cuerpo. Succiono el espantoso brebaje que no se preparar. Escucho inevitables pasos en los viejos tablones que me sostienen. No me sorprenden, sabia que sucedería. El portador de la voz masculina se sienta junto a mí.

- buen día. ¿dormiste bien?

No me lo pregunta con ironía, mucho menos con malicia. Intenta ser el descargo de mi pena. Lo intenta por que sabe bien que no estoy allí por gusto. Mi frágil excusa no lo engaña ni por un segundo. No me importa, sabía que no lo haría, pero el ser humano vive en lo que calla, y mientras no haga falta atar algún cabo, por más falsa que parezca la estructura, nadie dice nada.

- Si. Un poco de frío nomás.



Hay silencio en el ambiente, el entiende pero no habla. Yo lo entiendo, pero tampoco hablo. Mecánicamente sigo chupando esa infusión fría de sabor indescriptible. Lo hago para sostener la falsa estructura que nos permite a los dos continuar en silencio.

Pasa otra hora u otros 15 minutos. Apenas si hemos cruzado palabra. De repente, intenta abordar el asunto:

- ¿La estas pasando bien? – me mira a los ojos, esperando una confesión.


- más o menos – lo miro a los ojos para no tener que explicar demasiado.


La voz femenina de la mañana llega hasta nosotros. Trae una bandeja con desayuno. Nada me tienta. Doy el último sorbo a la porquería que estuve consumiendo toda la mañana (o tal vez solo haya sido ½ hora). Levanto la vista hacia la casa y la veo salir. Bella, radiante, y muy ajena. Sufro.

Atrás viene él. Noto en su rostro una inmensa alegría contenida. Lo entiendo y no me molesta.
Toman lugar en el piso del muelle, justo frente a mí. Ninguno se atreve a cruzar sus ojos con los míos. No hay deuda conmigo, no tienen por que sentirse amenazados. El no me mira por que me teme. Sabe de mi interior, sabe de las caricias que jamás di, sabe de los besos que no saborié, no sabe mucho, pero conoce lo suficiente de mí como para no verme a los ojos.
Ella no lo hace por que ah sido cruel. La razón y el silogismo podrían ser perfectas herramientas ante algún reclamo mió. No importa. No hay razones en el sentimiento. Ella lo sabe. Hemos compartido tiempo juntos, nos hemos querido mucho. Yo más que ella. Sin embargo no pudo contra su naturaleza. No pudo evitar que su ser jugara con el mío. Conoce lo suficiente de mí como para no verme a los ojos… Sufro.

La hipocresía nos envuelve con su mejor manto. El otro hombre, el que sangra lo mismo que yo se aproxima. Desayuna de la abundante bandeja. Hay voces en el muelle, hay evasión, hay también, lágrimas y alegría.
Uno a uno se van levantando. Quedo casi solo. No con ella, ah huido en la primera oportunidad.
Camino los tablones, busco reparo. Se que no lo encontrare allí. Correría hacia mi hogar, pero estoy atrapado en una isla. No por falta de comunicación con la sociedad del continente, sino por que estamos descansando y hasta las 19:00 no nos iremos, así aprovecharemos todo el día.
Sonrío con toda la falsedad que mi rostro me permite y pregunto acerca del terreno y sus prohibiciones. Pregunto por que quiero alejarme de esa casa lo más que pueda.
Sin mirar hacia dentro de la casa, sin buscar la compasión de nadie, emprendo la marcha hacia el sector izquierdo de la isla. Atravieso una débil tabla que hace de puente sobre un canal inundado, camino más y más. Me esfuerzo por no mirar atrás. A que negar, guardo muy internamente la esperanza de un milagro.
Atravieso otro puente, este ha sido mejor construido, se entiende, el canal es mas ancho que el anterior. Esquivo unas ovejas, algunos perros y la mirada de los habitantes de la parte izquierda de la isla.
No tardo en llegar al extremo. Veo a lo lejos una casa abandonada, veo muy cerca un tronco caído. Lo veo casi por completo dentro del agua, apenas 1,50 mts. De sus 5 o 6 mts. están reposados sobre la isla. Me acomodo sobre él, todavía forzándome a no mirar atrás, todavía esperando un milagro, que, como todos los importantes, jamás sucederá. Sufro.
Estoy solo y pienso, reflexiono sobre ella, reflexiono sobre mí. Una sola pregunta tengo. Miro al cielo, miro el agua, acaricio el tronco debajo de mí.

- ¿Por qué todos menos yo disfrutan de la chica que me gusta?. Nada responde, aun no estoy listo para la respuesta.
Ahora si se que ha pasado alguna hora, pero no pienso en volver, no quiero ver su rostro, no quiero odiar su silencio, no quiero sentir la misericordia de los otros. De todas formas… Sufro.
Pasa el tiempo, hace cada vez mas frío, no quiero volver, necesito algo que me obligue a quedarme. Encuentro soga e improviso un arma, no lo hago con ningún fin especifico, solo combino los elementos a mi alcance como mi inteligencia me lo permite. Ato 2 varas gruesas a cada extremo de la soga y arremeto con la misma hacia el pobre follaje, que aun no ha sido arrebatado por el otoño, del solitario árbol más cercano. Estudio mi elemento y lo perfecciono, me adiestro en el arte de sus posibilidades. Ocupo mi tiempo, lo disfrazo de juegos infantiles, nada sucede, nada desaparece. Antes de que un movimiento desafortunado arroje mi invención al agua ya había recordado por que estaba allí. Sufro.

No hay más que hacer en ese paraje. La vuelta empieza a ser irremediable. Miro el agua, veo el cielo, me lleno los pulmones de aire helado y pronuncio nuevamente:

- ¿Por qué todos menos yo disfrutan de la chica que me gusta?.


Entonces algo sucede. Veo el tronco tirado en el piso, lo veo muy adentro en el agua, lo siento pesado. Una idea aparece en mi mente.

- voy a sacarlo.

¿Por que lo hago? Me pregunto. ¿Qué contestaré si alguien llegase de manera milagrosa y preguntara por mis acciones? Esa respuesta si la conozco bien.

- Lo hago para demostrarme que soy capaz de cualquier cosa que me proponga.

Siempre lo supe, siempre me sentí de ese modo. Tomo el tronco con todas mis fuerzas y jalo. Apenas si la flotación hizo que se moviera un poco. Trato de girarlo, pero el punto de apoyo no está lo suficientemente en medio como para rotarlo. Además, mis fuerzas no lo afectan.
Hice entonces lo que hago desde que tengo memoria cuando algo me parece imposible. Observo a mí alrededor, dejo que mi inteligencia se valga de potenciales herramientas. Encuentro metros de alambre muy oxidado, pero la lejanía de cualquier servicio medico, y la dudosa procedencia de ese elemento, me hace descartarlo al instante. Veo una zapatilla, restos plásticos de algo indescifrable y montón de porquería aparentemente incombinable. Giro mi inspección 180º y doy con una pila de leña. Troncos gruesos y fuertes que tal vez hayan formado parte del titán desparramado, al que me propongo recuperar.
Uso entonces mi poca educación acerca del principio de las palancas y voy poniendo estratégicamente cada uno de ellos por debajo del pesado tronco. La dificultad es terrible, mis herramientas, son solo mi destreza. Estoy solo luchando con ese tronco. Sacarlo depende únicamente de mí.
Ideo un sistema bastante eficaz, llego a elevar considerablemente el tronco, de repente, no parece una tarea imposible, estoy contento, por que verdaderamente soy capaz de todo.
Así paso bastante tiempo girando, colocando debajo y volviendo a girar. Así estoy de acalorado cuando algunas de mis bases ceden. Todo mi sistema y el inmenso coloso se van al agua. Me quedo perplejo ante la catástrofe. Sin embargo entiendo.
Ese tronco pertenece al río. Estaba muy sumergido cuando llegué, y la naturaleza no me permitiría sacarlo, por que no es mi deber sacarlo. No esta en mi destino ni en el suyo, que yo sea su salvador. Toda mi capacidad había logrado bastante, pero no es suficiente. Comprendo entonces lo que la isla tenía para decirme, recibo el cachetazo de la realidad. Había huido en busca de una respuesta y la isla me la estaba dando.
Quise llorar, sabia que debía sentirme mal, pero confieso que mientras emprendía la vuelta, no pude más que sonreír.